Urbanismo barroco, palacetes, corralas, jardines monumentales y todo un palacio real son algunos de los atractivos que ofrece Aranjuez, una de las ciudades más bellas en el entorno de Madrid y a la que es bien recomendable escaparse por un día. No en vano la Unesco la declaró Patrimonio de la Humanidad en 2001. La visita ayudará a refrescar algunos de los episodios que marcaron la historia de España.
La ciudad, de 58.000 habitantes, es accesible por coche y en Cercanías y debe buena parte de sus encantos y de su fama a la relación que tejió con los monarcas españoles desde la época de los Reyes Católicos, a finales de siglo XV. Además de su clima relativamente suave, Aranjuez tenía la ventaja de estar próxima a Madrid, designada capital por Felipe II en 1561.
Algunos de los antecesores de este monarca tomaron el Palacio de los Maestres de Santiago como lugar de recreo y caza, pero fue Felipe II quien decidió construir, en ese mismo emplazamiento, un palacio real. Lo encargó a Juan Bautista de Toledo y a Juan de Herrera, quien creó el estilo arquitectónico herreriano, que también se puede contemplar en San Lorenzo de El Escorial. Tardó 200 años en terminarse, hasta que Sabatini, ya con Carlos III, construyó las últimas alas.
Toda visita que se precie debe pasar por este monumento, cuya entrada general cuesta nueve euros (existe la opción de bajarse la aplicación); elegir una visita guiada puede ser más caro, pero permite acceder a las estancias privadas.
Decenas de curiosidades aguardan al turista. En el Dormitorio de la Reina destaca la cama de 2,1 metros de largo con un peso de 1.200 kilos. En el Salón de Porcelana, usada en su momento como espacio de espera para los embajadores, existen nada menos que 5.000 piezas de este material atornilladas en las paredes de una forma casi imperceptible. Y en los muros de la Sala de Pinturas Chinas cuelgan 200 cuadros que el emperador del país oriental regaló a Isabel II cuando se casó en 1846.
Inspiración en la Alhambra
Muebles de diferentes estilos, colecciones de relojes y lámparas, galerías de paisajes pintadas en algunos techos y un gabinete árabe que recuerda a la Alhambra de Granada son otros elementos que sorprenderán al turista.
Justo a la salida de este monumento y flanqueados por el río Tajo se encuentran los jardines del Príncipe, del Parterre y de la Isla. De inspiración renacentista, esta última zona verde es todo un juego de formas rectangulares que se ven sorprendidas por una ría artificial y la Cascada de las Castañuelas. Estos jardines fueron la inspiración de Joaquín Rodrigo para componer el célebre Concierto de Aranjuez.
Pero un recorrido por la ciudad madrileña merece un paseo por todo su centro histórico, en el que conviven perfectamente el pasado y el presente. Una parte de las edificaciones históricas fueron levantadas en la época de Carlos IV. Son ejemplo la Casa del Labrador y la Casa de Marinos, además del Palacio de Godoy y el de los Duques de Medinaceli.
El motín y los bailes a caballo
También es célebre la Casa de Godoy, que fue asaltada en 1808 cuando la familia real estaba en la ciudad. Este acontecimiento dio origen al Motín de Aranjuez, que los historiadores sitúan como el arranque de la Guerra de la Independencia.
La plaza de Parejas, anexa al Palacio Real, es un gran espacio que albergaba bailes a caballo, un espectáculo que incluía un torneo y un desfile militar. Hablando de plazas y animales, los aficionados a la tauromaquia tienen una cita con la plaza de toros, uno de los pocos recintos del siglo XVIII dedicados a esta práctica que quedan en pie.
Además de la arquitectura, los jardines y la historia, Aranjuez presume de tener un gran casino, donde, además de echar una partida a la ruleta americana, al póker o al black jack, se puede jugar con máquinas de azar, en las que los resultados no dependen de las cartas que salgan o de dónde caiga una bola, sino de un generador de números aleatorios.
La fresa y los espárragos son los productos típicos más conocidos de Aranjuez, además de aves como el faisán. Se pueden degustar en restaurantes como Casa Pablo, Casa José, Carême y Aguatinta, considerados como los mejores de la ciudad, una buena forma de acabar la jornada o de recobrar fuerzas a mediodía. ¡Que aproveche!