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Este Barrio de las Letras, también conocido como Barrio de las Musas o Barrio del Parnaso –en honor del poema de Cervantes, Viaje al Parnaso–, fue lugar de residencia de grandes escritores durante los siglos XVI y XVII. Este barrio, que se extiende en torno a la calle de Huertas, hoy peatonalizada, acoge numerosas tiendas, hoteles, cafés y cervecerías, y se ha convertido en uno de los lugares más concurridos y en una de las zonas comerciales más atractivas del centro de Madrid. Es verdaderamente uno de los puntos neurálgicos del centro histórico de la ciudad.

Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca, Quevedo, Góngora… durante el Siglo de Oro estos célebres literatos y otros muchos alguna vez vivieron en el barrio. Pero no solo ellos, Gustavo Adolfo Bécquer o Benito Pérez Galdós también vivieron o trabajaron en estas calles.

En el siglo XVI, Madrid pasó de ser una pequeña villa medieval a convertirse en capital del Imperio español. Carlos I y, sobre todo, Felipe II fueron determinantes en la evolución de todos los aspectos históricos, sociales y económicos de Madrid. Un ejemplo, relacionado con el Barrio de las Letras: la Plaza de Santa Ana –centro hoy de gran interés turístico por concentrar teatros, cervecerías, restaurantes y pubs– ha llegado a ser lo que es hoy en día gracias a Álvarez Gato, un alto funcionario, mayordomo del rey Carlos I, que compró y transformó los terrenos cerca de la plaza del Arrabal, actual Plaza Mayor.

La Plaza de Santa Ana toma su nombre del Convento de carmelitas descalzas de Santa Ana, fundado por San Juan de la Cruz en 1586, y que existió en ella hasta el siglo XIX. En 1810 se procedió a derribar el convento y siete casas de vecinos, según los planes urbanísticos de José Bonaparte, y se abrió la plaza. Fue remodelada en 1998, con numerosas terrazas en verano.

Esta plaza es, en la actualidad, un lugar donde la gente acude a tomar el sol y a jugar al aire libre partidas de ajedrez. Es un centro de reunión debido a sus numerosos cafés y bares de tapas. Forma parte del Madrid donde se vive la célebre «marcha» todos los fines de semana. Sin embargo, este ambiente lúdico no es mérito de los jóvenes actuales. Ya en el siglo XVII el barrio, llamado popularmente de las Musas, del Parnaso, de los literatos o Cervantino, gozaba de fama por sus locales de ocio y el bullicio que se organizaba. Alonso del Castillo Solórzano, escritor madrileño (1560-1650), en su obra Las arpías de Madrid y coche de las estafas (1629),escribe sobre el ambiente de esta zona: «Los barrios cerca de San Sebastián [se refiere a la iglesia homónima] son los más frecuentados de Madrid de toda la gente moza, así por estar cerca de los dos corrales de las comedias, como por vivir en ellos muchas damas de la profesión…»

En la Plaza de Santa Ana se inicia lo que se conoce como el Barrio de las Letras de Madrid, pues en esta zona vivieron (o fueron enterrados) la mayor parte de los grandes escritores madrileños del Siglo de Oro y en ella estuvieron los corrales de comedias donde se representaban las obras de autores como Lope de Vega y Calderón de la Barca.

Entre los nuevos vecinos que accedieron a esa nueva zona, tras su comentada transformación por Álvarez Gato, se encontraba María Pacheco, muy popular tras ceder su corral de gallinas para pequeñas representaciones teatrales, que se sucedían desde el mediodía hasta bien entrada la noche. El Corral de la Pacheca, más tarde pasaría a llamarse Corral de Comedias del Príncipe. La primera edificación de madera data de 1585. Tenía forma de patio abierto, y en él se representaban al aire libre, las mejores obras de los dramaturgos españoles. El teatro fue fundado por una entidad de caridad para generar ingresos destinados a un hospital de la calle Toledo. Se piensa que fue inaugurado con las obras La carátula y Cornudo y contento, de Lope de Rueda.

En 1745 fue sustituido por un teatro cubierto de estilo italiano, creándose las gradas para el público. Fue reconstruido por Juan de Villanueva tras el incendio que sufrió en el año 1802. La demolición de un Convento carmelita de Santa Ana que se alzaba en la plaza, propició su reurbanización en el año 1807, al mismo tiempo que al teatro se le añadió una fachada neoclásica con medallones y bustos de autores famosos. Es el actual Teatro Español, que se incendió en 1975 y hubo de ser rehabilitado, para inaugurarse de nuevo en 1980. Tragedias, autos sacramentales y comedias han pasado por las tablas del antiguo corral y del moderno establecimiento: no solo los clásicos del Siglo de Oro, sino también don Ramón de la Cruz y Fernández de Moratín, románticos como el duque de Rivas y Hartzenbusch, y la gran mayoría de los dramaturgos contemporáneos. El teatro es hoy propiedad del Ayuntamiento de Madrid.

La plaza de Santa Ana hoy acoge las estatuas de Calderón de la Barca y de Federico García Lorca.

Al lado del Teatro Español se encuentra el actual Café Español.

Los cafés se empezaron a frecuentar en Madrid durante el régimen represivo de Fernando VII, a principios del siglo XIX. Los intelectuales se reunían para discutir cómo reformar la situación política y cultural. Estas reuniones dieron origen al vocablo tertulia, como definición de un grupo concreto de discusión informal. Estas tertulias se centraban sobre política, literatura, poesía, tauromaquia o ciencia, y cada grupo se reunía en un su café preferido.

Una de las tertulias más famosas de aquella primera época fue la del amplio grupo de políticos y escritores que fundaron el Ateneo de Madrid, que sigue todavía activo. El grupo, encabezado por Ramón Mesonero Romanos (1803-1882), escritor, concejal y cronista de Madrid, tomó el nombre de El Parnasillo y se reunía en el Café del Príncipe, actual Café del Español. Entre los miembros de estas tertulias se contaba el escritor satírico Mariano José de Larra, que en su artículo titulado «El café», decía: «No sé si es curiosidad… lo que me hace sentarme en la mesa de un rincón cuatro veces al día para escuchar lo que dicen los demás y que me sirva de diversión cuando vuelvo a casa… y me echo a reír como un loco de las locuras que he oído».

El actual café se inauguró a finales de los años 1990, pero su decoración tradicional está inspirada en descripciones de Mesonero Romanos y Benito Pérez Galdós (1843-1920).

Muy cerca, en la calle del Príncipe nº 14, se levanta el Teatro de la Comedia, edificado por el arquitecto Agustín Ortiz de Villajos entre 1874 y 1875, sobre las plantas inferiores de un edificio de viviendas que formaban un rectángulo de 26 metros de largo por 25 de ancho. El edificio del teatro representó una revolución arquitectónica para su tiempo: los antiguos y pesados antepechos de madera se sustituyeron por otros de hierro colado, más ligeros, elegantes y «que permiten ver los trajes de las señoras y circular el aire«, como señala Repullés.

Fue inaugurado el 18 de septiembre de 1875 por el rey Alfonso XII y su hermana, la princesa Isabel. Se representó  El espejo de cuerpo entero, pieza en un acto de Diego Luque y la comedia en tres actos de Bretón de los Herreros Me voy de Madrid, representada por el gran actor Emilio Mario, que programó muchas de sus temporadas, estrenando obras de Moratín y Bretón de los Herreros.

El edificio ha sufrido varias reformas: en 1897 Francisco Andrés Octavio reforma la fachada, y tras un incendio el 18 de abril de 1915 fue de nuevo restaurado por el arquitecto municipal Luis Bellido, quien utilizó para ello de forma pionera el hormigón armado.
Una placa de la fachada recuerda que en este teatro se pronunció en 1933, por José Antonio Primo de Rivera, el discurso fundacional de la Falange Española de las J.O.N.S.

En la actualidad ha sido recientemente reformado y  posee carácter de Teatro Nacional y en él actúa con frecuencia la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

En el lado occidental de la plaza de Santa Ana, formando esquina, se alza el moderno edificio del hotel Reina Victoria, construido en el año 1919 en un estilo que recuerda el de los balnearios europeos, con su característico pináculo en forma de faro en lo alto de la terraza. Destacan, en su fachada, los grandes miradores de hierro. El torreón tiene un remate poligonal muy original. Fue reformado en 2005 y en la actualidad tiene el nombre de ME Hotel Reina Victoria.

Los toreros famosos, entre ellos Manolete y Luis Miguel Dominguín, se alojaban en este hotel.

En la azotea del hotel se encuentra uno de los lugares más fashion para tomar copas en Madrid: el Penthouse. Las vistas desde la terraza, con tumbonas y reservados con enormes cojines, son increíbles. No se accede por la entrada principal del hotel sino por un acceso al ascensor que hay en Plaza Santa Ana esquina con Núñez de Arce.

En el nº 10 de la plaza de Santa Ana destaca el Café Central, uno de los templos del jazz de Madrid desde hace más de 30 años.

En el nº 6 se encuentra la más famosa de las tabernas de la plaza de Santa Ana, la Cervecería Alemana, fundada en 1904. Este local, que ha cambiado muy poco, era un lugar de reunión habitual de toreros y otros clientes, como Hemingway. Está considerada como uno de los lugares de Madrid donde mejor se sirve la cerveza. A pesar de su nombre es un cervecería muy madrileña. Ofrecen cerveza de elaboración propia desde 1904.

Y en el nº15, en un extremo, a la derecha en la plaza de Santa Ana, está Villa Rosa, un local abierto en 1919 con azulejos pintados de ciudades españolas. Originalmente fue un tablado flamenco, pero en la actualidad es un bar de copas, muy concurrido al que acuden algunos famosos (toreros, cantantes o presentadores de televisión).

En la misma plaza está el Cañi, un bar castizo madrileño con ambiente de turistas y gente joven y fachada de azulejo típico.
Muy cerca de la plaza, en la calle de Echegaray, se concentran varios bares en los que se dan cita aficionados y profesionales del flamenco. Merece la pena citar, como pionero de esos nuevos locales, El Cardamomo, donde el llamado flamenco de fusión es el rey.

Como hemos indicado la calle de las Huertas es el centro neurálgico de este barrio y se ha se ha convertido en el lugar favorito de reunión de los turistas y estudiantes extranjeros por su gran animación nocturna. En ella abundan las casas bajas y a su alrededor las calles estrechas. Discurre desde la plaza de Jacinto Benavente hasta la plaza de Platería Martínez.

La calle de las Huertas debe su nombre a las muchas huertas que aquí cultivaban los frailes del monasterio de los Jerónimos.

Cervantes vivió en 1614 en el solar que ocupa actualmente la taberna Casa Alberto (en el número 18), que abrió sus puertas en 1827. Dos siglos antes Cervantes vivió en una casa que ocupaba este lugar, y en ella escribió la segunda parte del Quijote. Por sus comentarios en Viaje al Parnaso, donde califica a la casa de abominable, no debió encontrarse muy a gusto en ella.

En la peatonal calle de las Huertas se entra en una zona de pequeños cafetines, bares de copas y restaurantes muy animados, frecuentados por gente joven. En algún local puede escucharse música en directo, como en el número 57, La Fídula, donde tienen lugar conciertos de música clásica. Otros locales de música en vivo son el Populart ( otro sitio de Jazz ) y La Lupe para música variada y ambiente más joven (abren hasta tarde).

Las aceras de la calle de las Huertas están embellecidas con citas escritas en letras de bronce de autores como Miguel de Cervantes, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Gustavo Adolfo Bécquer o Benito Pérez Galdós, que vivieron o trabajaron en estas calles, y que han sido reconocidos plasmando algunas de sus obras en el solado del barrio.

En esta zona encontramos algunos edificios históricos como la iglesia de San Sebastián, declarada Monumento Nacional no por el edificio sino por sus archivos.Su fábrica primitiva del siglo XVI quedó destruida durante la guerra civil. En el siglo XVII fue la sede de las sociedades caritativas que crearon los corrales de comedias y cuyos fondos se destinaban a cubrir los gastos imprescindibles y los cuidados médicos de actores y autores de teatro.

En esta iglesia consta gran parte de la vida de ilustres personajes de la política y de la cultura. En ella fueron bautizados Jacinto Benavente, Ramón de la Cruz, Leandro Fernández de Moratín, Francisco Asenjo Barbieri y José Echegaray. En ella se casaron Mariano José de Larra, Federico Madrazo, Bretón de los Herreros, José Zorrilla, Gustavo Adolfo Bécquer, Valle-Inclán, Mariano Fortuny, José Canalejas, Mateo Sagasta, Menéndez PidalLope de Vega fue enterrado en la cripta y, aunque sus restos se perdieron, existe un monumento conmemorativo. En la iglesia se conservan las actas de defunción de Miguel de Cervantes, del mismo Lope de Vega, de Ruiz de Alarcón, de Ventura Rodríguez, de Espronceda

En su antiguo cementerio, actual vivero, fue donde José Cadalso, uno de los nombres más destacados de la literatura española del siglo XVIII, trató de desenterrar el cuerpo de su amada, la actriz María Ibáñez. Aquella experiencia le sirvió para narrar sus célebres Noches Lúgubres.  A través de una luna se puede contemplar la neoclásica Capilla de Nuestra Señora de Belén, obra de Ventura Rodríguez en el siglo XVIII y meticulosamente reconstruida por el Colegio de Arquitectos. En la capilla están enterrados arquitectos famosos, como Juan de Villanueva y el propio Ventura Rodríguez

También esta iglesia sirvió como escenario de buena parte de la novela Misericordia de Benito Pérez Galdós.

En la Plaza Matutes podremos detenernos a observar el edificio que acogía la imprenta del periódico El Imparcial, donde trabajó Gustavo Adolfo Bécquer. Pasado el cruce con la calle León, nos encontraremos con el mentidero de los Comediantes o mentidero de Representantes, lugar donde se juntaban especialmente autores y comediantes.

Entre la calle Huertas y la antigua calle Cantarranas hoy calle Lope de Vega– en el nº 18 se encuentra el Convento de las Trinitarias. Fue fundado en 1609 por doña Francisca Gaitán Romero, hija de Julián Romero, capitán de los ejércitos de Felipe II en Flandes. En 1639, se decide reformar el edificio y se planea construir de nuevo la iglesia y el claustro. Debido a la guerra con Portugal el edificio actual no pudo ser construido hasta 1673. De la dirección de las obras se encargó el arquitecto Marcos López, y desde 1693 y hasta su conclusión en 1698, José de Arroyo.

En el convento, convertido en parte en sede de la Universidad de Alcalá, el 23 de abril de 1616, fue enterrado (aunque sus restos se perdieron posteriormente -en la actualidad se están buscando-) Miguel de Cervantes, el cual estuvo muy unido a la orden de las Trinitarias después de que pagaran su liberación de las mazmorras argelinas donde pasó cinco años de cautiverio.

El edificio es sencillo, sólido y austero. Su iglesia es de reducidas dimensiones y se levanta sobre una planta de cruz latina. Su parte exterior es igualmente sencilla, su fachada principal está compuesta por dos fajas de piedra laterales, por un frontispicio triangular en el remate y tres arcos de ingreso de medio punto en el centro, con la única decoración de un bajo relieve y los escudos de armas de los marqueses de la Laguna. Fue declarado Monumento Nacional en 1921, y ha sido restaurado por la Real Academia Española en 1869 y 1939.

Miguel de Cervantes y Lope de Vega tuvieron sendas hijas que profesaron como monjas en él. La hija de Lope ―sor Micaela de San Félix― llegó a ser madre superiora del convento.

En la fachada del convento se puede ver una lápida conmemorativa con el busto de Miguel de Cervantes Saavedra. Cada año, el 23 de abril, los integrantes de la Real Academia Española se reúnan en este lugar en pleno y en sesión extraordinaria para rendir homenaje al escritor, y se celebra en la iglesia una misa especial.

Cervantes compartió mil veces escenario con su gran y joven rival Lope de Vega. Lope era un dramaturgo de éxito, adinerado, amado por el pueblo y por las mujeres. Cervantes era un novelista poco reconocido y sin dinero. Vivían separados solo por unos metros. Se dice que compartieron amante igual que compartieron la devoción por el convento de las Trinitarias donde, además, como hemos indicado, se encontraban ordenadas sus hijas.

Su rivalidad, después de haber sido grandes amigos, era de todos conocida. Pero Cervantes y Lope se hablaban y se veían continuamente en las tertulias, en la congregación y, sobre todo, en la calle.

Cervantes calificó a Lope como “monstruo de la naturaleza”

Durante la recta final de su vida, Cervantes vivió en la calle de las Huertas y luego en la de Francos ahora llamada calle Cervantes―, frente al mentidero de los Comediantes y muy cerca de su enemigo, Lope de Vega, que vivió en una casa desde donde salió una vez muerto seguido por una parte de los madrileños hacia la iglesia de San Sebastián, en la que fue enterrado.

Lope de Vega plantea opiniones contradictorias sobre la obra de Cervantes. En una carta “a un amigo de Valladolid” (1604) escribe: “De poetas, no digo: buen siglo es éste. Muchos están en cierne para el año que viene, pero ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a Don Quijote”. Y en otra carta al duque de Sessa (1612) dice: “Las academias están furiosas: en la pasada se tiraron don bonetes dos licenciados; yo leí unos versos con unos antojos de Cervantes que parecía güevos estrellados mal hechos”. Pero en El laurel de Baco (1630), poema sobre los escritores de su tiempo, escribe una silva elogiosa:

En la batalla donde el rayo austrino,
hijo inmortal del águila famosa,
ganó las hojas del laurel divino
al rey de Asia en la campaña undosa,
la fortuna insidiosa
hirió la mano de Miguel de Cervantes;
pero su ingenio en versos de diamantes
los del plomo volvió con tanta gloria,
que por dulces, sonoros y elegantes
dieron eternidad a su memoria,
porque se diga que una mano herida
pudo dar a su dueño eterna vida.

Curiosamente Cervantes fue enterrado en el Convento de las Trinitarias, situado en la hoy calle de Lope de Vega; y la casa-museo de Lope de Vega se encuentra en la hoy en el nº 11 de la calle de Cervantes.

Merece la pena visitar la Casa Museo Lope de Vega para hacerse una idea de cómo vivían los escritores del barrio en aquella época. Aunque muy reconstruida, es una vivienda típica de aquel siglo. Félix Lope de Vega la habitó desde 1610 hasta su muerte en 1635, a la edad de 73 años.

La casa consta de dos pisos que rodean un apacible jardín con naranjos, limoneros, higueras y cipreses. En la época de Lope de Vega la mitad del jardín estaba dedicado a huerto para el uso de la familia.

El mobiliario y la decoración son auténticos del siglo XVII, aunque muchos muebles no son los que usó el escritor. En el estudio, el escritorio está junto a la ventana, pues las largas horas de trabajo de Lope de Vega requerían aprovechar al máximo la luz. En esta habitación hay dos cuadros de su propiedad: uno representa a sus hijos, Carlitos y Lope Félix. Lope de Vega se hizo sacerdote a los 51 años y en la casa se conserva una capilla dedicada a San Isidro, el patrón de Madrid.

En una habitación del piso superior hay un tablero de ajedrez, juego muy popular en tiempos del literato. No hay cuarto de baño, así que la familia se bañaba en tinas y arrojaba el agua a la calle, por la noche.

Estas calles también fueron el escenario de sonoras peleas entre otros dos grandes escritores del Siglo de Oro, Francisco de Quevedo y Luis de Góngora. Eran de un carácter muy opuesto. Quevedo, hombre muy cercano al pueblo por lo que era muy popular y querido, tenía una gran personalidad, era asiduo a los prostíbulos y a los ambientes marginales. Góngora, de carácter muy distante, generaba antipatía en la gente de su alrededor.

Frente al Convento de las Trinitarias, haciendo esquina con la calle Lope de Vega, se encuentra la que fue casa de Quevedo. Así se recuerda en una gran placa en la fachada, pero no se tiene en cuenta que antes fue el hogar que Góngora se compró cuando se estableció en Madrid.

La calle Lope de Vega desemboca en la iglesia del Cristo de Medinaceli, objeto de devoción de miles de madrileños aún en nuestros días. Es una capilla que formaba parte de los Padres Trinitarios Descalzos. La iglesia era frecuentada en la misa dominical por la gente de teatro y en el Siglo de Oro era visitada con asiduidad por Lope de Vega, Calderón de la Barca y Tirso de Molina, escritores ordenados sacerdotes que representaron sus obras dramáticas, primero en los alrededores de las iglesias, y luego en los corrales de comedias.

En 1922 el edificio primitivo fue derribado porque amenaza ruina, y en 1927 se empezó a construir el actual, realizado por el arquitecto Jesús Carrasco-Muñoz Encina. Fue construido sobre una planta de cruz latina con tres naves; en la parte alta del presbiterio se encuentra el camarín donde se venera la famosa imagen del Cristo de Medinaceli. En el exterior, destaca su fachada de estilo barroco, rematada por un gran frontón triangular.

La imagen del Cristo de Medinaceli, pertenece a la Escuela Sevillana, taller de Juan de Mesa o alguno de sus discípulos: Luis de la Peña o Francisco de Ocampo. Tallada en la primera mitad del siglo XVII en Sevilla, fue llevada por los Capuchinos a la plaza fuerte de Mehdía o Mámora (Marruecos), para culto de los soldados españoles. En abril de 1681, fue arrebatada por los moros, que la arrastran por la calles de Mequínez. Los Padres Trinitarios la rescataron, trasladándola a Madrid en el verano de 1682.

El final del barrio se encuentra en el Paseo del Prado y la Plaza de las Cortes, donde se erige una estatua de Miguel de Cervantes y los hoteles Palace y Villarreal. A pocos metros, en la calle del Prado nº 21, se localiza, desde 1884, el Ateneo de Madrid, famoso centro madrileño de charlas, foros y reuniones culturales.

La sociedad del Ateneo fue fundada en el año 1829 por un grupo de intelectuales de ideas liberales para promover el cultivo de las letras y de las artes y propagar la cultura entre los ciudadanos madrileños.

El actual edificio del Ateneo de Madrid fue construido por Enrique Fort y Guyenet entre los años 1882 y 1884. Su fachada es de piedra de sillería y en su interior cuenta con salas de conferencias, de estudio y de. Merece la pena admirar la gran escalera realizada en estilo francés con balaustrada de hierro.

En una de sus galerías se exponen los retratos de muchos de sus miembros más famosos. Entre otros muchos podemos admirar los retratos de Jacinto Benavente, Francisco Silvela, Mariano José de Larra, Antonio Machado…

El Ateneo ha sido protagonista de todos los movimientos políticos del primer tercio del siglo XX. Allí se incubaron la mayor parte de las acciones que llevaron a la proclamación de la II República, en cuyo primer gobierno todos, excepto Largo Caballero, eran miembros de esta institución. El propio Manuel Azaña, uno de los personajes más significativos de la II República, desarrolló parte de su actividad intelectual en el Ateneo, primero como secretario y más tarde como presidente.
Los museos de El Prado, Thyssen-Bornemisza y Reina Sofía ocupan una zona que fue testigo de la vida y milagros de los escritores del Siglo de Oro.

También merecen visitarse:

El Palacio de la Duquesa de Santoña.

También es conocido como el Palacio del Duque de Ugena. Se encuentra en la calle del Príncipe, esquina con la calle de las Huertas. Fue construido por el arquitecto Pedro de Ribera entre 1730 y 1734 para residencia de los duques de Ugena. En este lugar estuvo la residencia del príncipe Muley Jeque (Felipe de África).

Es un bello ejemplo del barroco madrileño, y responde a las trazas del típico palacete madrileño, destacando su portada principal tan característica de la escuela de Ribera. Son dignos de mención el diseño de la portada y del balcón superior.

Durante el siglo XIX, fue habitado por los duques de Santoña. A principios del siglo XX, el edificio pasó a ser propiedad del político del Partido Liberal José Canalejas, hasta que en 1933 la Cámara de Comercio e Industria de Madrid compró el edificio a sus herederos y lo sigue ocupando en la actualidad.

La Real Academia de la Historia
Calle del León, 21.

La Real Academia de la Historia fue fundada como una sociedad particular en 1735 y celebraba sus reuniones en unas salas de la Biblioteca Real. Consiguió la protección de Felipe V, quien el 18 de abril de 1738 mandó crear la Academia de la Historia. El 25 de junio de 1773, Carlos III dispuso que la Academia fuera trasladada a la Casa de la Panadería en la plaza Mayor, lugar en el que permaneció hasta que el 19 de abril de 1871 se ordenó su traslado a un edificio en la calle del León nº 21, conocido como la Casa del Nuevo Rezado, y donde todavía permanece.

El edificio neoclásico de la Casa del Nuevo Rezado había sido construido, siguiendo el diseño de Juan de Villanueva, entre los años 1788 y 1874. El nombre de la casa le viene porque su función era la de depósito de los llamados «libros de rezo diario», cuyo privilegio de venta tenían los monjes del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, por eso hay una parrilla esculpida encima de la portada, símbolo de este monasterio y del martirio de San Lorenzo. En su interior hay una biblioteca con una magnífica colección de libros incunables. Cuenta así mismo con piezas arqueológicas y numerosas pinturas, entre las que se encuentran cinco obras debidas a Francisco de Goya. Reformado entre 1871 y 1874 por el arquitecto Eduardo Saavedra, fue declarado Monumento Nacional en 1945.

La Casa de Pérez Villaamil
Plaza de Matute, 10.

Este edificio de viviendas, situado en la plaza de Matute nº 10, fue proyectado y construido entre 1906 y 1908 por el arquitecto Eduardo Reynals Toledo. Es una de las obras más importantes del modernismo madrileño. El modernismo no tuvo en la capital mucha expansión y son escasos los edificios de este estilo. Destaca el efecto contradictorio que produce la verticalidad del mirador con la acusada horizontalidad que presentan las tres líneas de balcones, junto con una decoración exterior a base de molduras, ménsulas, cornisas y hierro forjado en los balcones, donde las composiciones a base de curvas y contra curvas tienden a simular tallos y formas vegetales.

Autor

Francisco Navarro de Diego

Catedrático de Francés y amante de Madrid. Ha sido uno de los mayores activos y colaboradores que ha tenido todosobremadrid. Sin su ayuda y apoyo esta web dificilmente hubiera visto la luz.

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