Torre de Éboli

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La torre de Pinto, de 16,50 metros de largo por 10 metros de ancho, se construyó en una llamativa piedra blanca, según apuntan todas las hipótesis, a mediados del siglo XIV, elevándose unos 30 metros en la llanura pinteña; un dato curioso en una construcción catalogada dentro de la arquitectura defensiva y militar. Otro dato importante que debemos destacar son sus esquinas redondeadas, probablemente, para dar una mayor consistencia a la fortificación.

Se desconoce con exactitud su fecha de construcción, aunque lo más probable es que comenzara a construirse en 1359-1360, cuando el rey de Castilla, Pedro I el Cruel, cedió el señorío de Pinto a D. Íñigo López de Orozco. Lo que sí parece seguro es que en 1382 la torre o castillo de Pinto estaba ya construido, ya que aquel año visitó el Señorío, propiedad entonces de Dña. Juana de Orozco, hija de D. Íñigo López de Orozco, el rey Juan I.

La torre que conocemos, u otra anterior, debió tener al menos un recinto amurallado, así como dependencias para albergar un séquito real. Es difícil imaginar que el rey se hospedase en una torre sin ninguna otra protección exterior y en un terreno llano.

Durante los siglos XVI y XVII la torre de Pinto fue utilizada por la Corona como prisión de notables, lo que unió su destino para siempre al de los personajes que entre sus muros fueron recluidos.

La Princesa de Éboli.— El 28 de julio de 1579, Felipe II mandó detener a la princesa de Éboli, Dña. Ana de Mendoza y de la Cerda, que fue escoltada esa misma noche a Pinto, en cuya torre sufrió, durante seis meses, durísima cárcel, por sus intrigas cortesanas y su complicidad con Antonio Pérez; unas acusaciones que fueron más tarde descartadas, condenándosela por dilapidar los bienes de sus hijos, a los que defendió el propio Rey.

El estado de salud de la princesa y las malas condiciones de su prisión aconsejaron su traslado, por lo que fue llevada al castillo de Santorcaz y, posteriormente, a su palacio de Pastrana, donde murió el 12 de febrero de 1592, a los 52 años de edad.

Antonio Pérez.— Diez años más tarde que La Tuerta, en 1589, Antonio Pérez, secretario de Felipe II, fue durante dos meses el obligado inquilino de la Torre, acusado, entre otros delitos, de violación de secretos de Estado a los rebeldes de Flandes y a Isabel de Inglaterra y de hacer un doble juego, enfrentando a Felipe II con su hermano D. Juan de Austria.

En el trasfondo del proceso contra Antonio Pérez estaba, sin embargo, el asesinato de Juan de Escobedo, secretario de D. Juan, planeado por Pérez, que había contado con la bendición y beneplácito del Rey.

Cuando Pérez huyó a Aragón, el 19 de abril de 1590, buscando protección bajo sus fueros, Felipe II mandó encarcelar a su mujer, Dña. Juana de Coello, y a sus hijos en la torre de Pinto, donde permanecieron hasta la muerte del monarca en 1598.

Otros ilustres.— Otros personajes ilustres sufrieron cruel prisión entre sus muros en el siglo XVII, pero ninguno tan notable como los protagonistas de la Leyenda Negra; entre ellos, el Duque de Nochera, durante el reinado de Felipe IV, a quien de nada sirvió su amistad con el Conde-Duque de Olivares, y que, a diferencia de los anteriores inquilinos, vio acabar sus días entre las blancas piedras de la Torre.

Restauraciones
A lo largo de su dilatada historia, el edificio ha sido restaurado en distintas ocasiones; destacamos las llevadas a cabo por D. Luis Carrillo de Toledo (s.XVII) y por la Duquesa de Andría (s.XX), que instaló, además, un pequeño museo en sus tres estancias, con muebles y objetos de la época.

La cara Este del torreón tiene dos escudos que, con toda probabilidad, pertenecieron a los Toledo; uno de ellos pintado y el otro, debajo del anterior, labrado en piedra y ya tan deteriorado que apenas se distingue.

Según Edwar Cooper, reconocida autoridad en este tipo de construcciones, había otro escudo, ya desaparecido, de dos cestos con serpientes, que podría haber pertenecido a un Portocarrero, probablemente a D. Fernán Pérez de Portocarrero, guarda mayor del rey Pedro I de Castilla.

Cerca de la cima se aprecia un cambio en la cantería, y las saeteras, a un cuarto de su altura sobre el suelo, pertenecen a un época anterior al parapeto. Además, se ve también una ventana tapiada más arriba de la media altura. La ventana con su reja y el antepecho agujereado son originales. La bóveda de cañón del piso alto es de ladrillo y claramente de finales del siglo XV.

La torre debió estar coronada en su día por un matacán con arquería ciega con ocho garitas o escaragüaitas cuyos soportes serían las ménsulas, todavía existentes.

A su interior se accedía por la puerta que aún subsiste en su cara norte, situada a la altura de la primera planta, desde la que arranca una escalera labrada en piedra a cuyo término se encuentra la gran sala con chimenea que serviría para las recepciones, comedor, estancia, etc.

La puerta elevada da a la construcción un carácter más defensivo-militar que señorial; el acceso a la misma sería, como era habitual en las construcciones de estas características, a través de un puente elevadizo.

Las plantas primera, segunda y sótano, todas ellas cerradas por bóveda de cañón, están unidas por una escalera de caracol incrustada en el muro sur.

Debemos pensar, dadas las características de la construcción, en la posibilidad de que hubieran desaparecido algunas de sus características originales: recinto amurallado, foso…

Otra hipótesis posible es que el torreón se construyera dentro de un proyecto más amplio de castillo que nunca llegó a concluirse, a consecuencia de que el señorío se vio interrumpido en diversas ocasiones por las distintas disputas entre los señores feudales y el Concejo de Madrid.

Fuente: Ayuntamiento de Pinto

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