LA COMUNIDAD DE MADRID
VISTA POR LOS TRES PRESIDENTES
QUE HA TENIDO LA COMUNIDAD
1. JOAQUÍN LEGUINA (PSOE, 1983-1995)
LA COMUNIDAD DE MADRID
VISTA POR LOS TRES PRESIDENTES
QUE HA TENIDO LA COMUNIDAD
1. JOAQUÍN LEGUINA (PSOE, 1983-1995)
Se le atribuye a Camilo José Cela una definición de Madrid tan ingeniosa como falsa: Madrid es un poblachón manchego poblado por sub-secretarios. En efecto, Madrid existe como capital gracias a una decisión real (los subsecretarios). ¿Será precisamente esa idea disparatada de enclavar una capital en una tierra de nadie, sin pasado, sin memoria, sin prejuicios, es decir, sin particularidades regionales… lo que ha hecho posible su conversión en tierra de todos? Mas, sea como sea y desde ya larga data, la capital y la Comunidad constituyen una zona económica relevante y Madrid es hoy una región con gran proyección.
Desde el punto de vista, por ejemplo, arquitectónico, la Villa no es comparable a París, a Viena o a Londres, pero, sin ningún chauvinismo, bien puede decirse que Madrid tiene una gracia que, quizá, no encontramos en esas ciudades europeas. Así esta humilde villa vive y se vive en la calle, de cuyo paisaje urbano forman parte como elemento decisivo, sus vecinos. Mirar al prójimo cuando éste pasea cerca de nuestro velador, pararse a la salida del metro de Sol para ver pasar esa abigarrada turbamulta de la que hablaba Borrow, que es cada vez más colorista en caras y vestidos, no debe interpretarse como una rareza. Madrid se identifica en su variedad, la de sus gentes, y contemplarla es un placer para la vista que ni las prisas nos hurtan.
Pero volvamos al asunto. Mientras a ciertas regiones (o nacionalidades) españolas el proceso autonómico les ha servido para ensimismarse en busca de una identidad hipertrofiada, Madrid ha utilizado su Autonomía para hacerse más cosmopolita y abierta y eso ha tenido efectos culturales —obviamente—, pero también económicos que no sólo son cuantificables en términos de crecimiento. Así, el tejido industrial, el financiero y el de los servicios (incluido el turismo) se encuentran en una situación envidiable.
Aquí, en la Comunidad de Madrid, han gobernado, sucesivamente, el PSOE y el PP mas, para suerte de los ciudadanos, la política de apertura no ha cesado y eso ha dado unos frutos notables. A mi juicio, con una excepción: la política urbanística y, más precisamente, la política de suelo, pero ésa es otra historia. En cualquier caso, sigamos en lo nuestro, buscando el desarrollo y el bienestar y dejemos a otros que se sigan ocupando en mirarse el ombligo, mientras dejan pasar por su lado el tren del progreso.
Los domingos de ABC / 29 de mayo de 2005
2. ALBERTO RUIZ GALLARDÓN (PP, 1995-2003)
La pujanza de Madrid es una demostración clásica de las virtudes de una sociedad abierta. Cualquiera puede llegar a Madrid, buscar su sitio, plantear seriamente un proyecto sin temor de verse rechazado, y luego trabajar y sacarlo adelante. La consecuencia es que la ciudad crece, se enriquece, se vuelve más atractiva, y el ciclo vuelve a empezar. Madrid, junto con su área de influencia, es ya una gran metrópoli en el sentido en que lo son Londres o Nueva York, es decir, por su capacidad de convocar a gentes y proyectos de muy diversas procedencias, que saben que en el seno de esas sociedades abiertas pueden acceder a un sinfín de posibilidades, sin verse constreñidos por ideologías, imposiciones historicistas o prejuicios de ninguna naturaleza. Es un espacio libre, y libertad significa creatividad y prosperidad.
Madrid siempre ha sido una ciudad acogedora, abierta, donde lo más natural casi es ser de fuera, y eso ahora es una inmensa ventaja. Según un discurso antiguo, que ya ha quedado completamente desfasado, éramos una ciudad artificial, que se lo debía todo a la presencia de la Administración, y lo que se ha puesto de manifiesto es que en realidad somos una ciudad flexible, con personalidad propia, capaz de adaptarnos a las nuevas realidades, de convocar esfuerzos muy diversos.
Esta manera de ser resulta muy útil, porque en una red —y el mundo es hoy un conjunto de redes más o menos interconectadas— el liderazgo lo ejerce aquel que es capaz de establecer más contactos, cuanto más variados mejor, con los demás agentes, con los otros polos de desarrollo. Madrid es ahora mismo una inmensa plataforma de intercambio que está poniendo en contacto a Europa con Iberoamérica y con el mundo mediterráneo, y, cada vez más, también con Asia. No digamos ya a España consigo misma. Madrid es el gran punto de encuentro entre todas las Comunidades Autónomas, y en ese sentido presta un impagable servicio al país. Por eso, nuestra capitalidad no se debe únicamente a razones históricas y constitucionales, sino al hecho de que convocamos a toda España, y España responde positivamente a esa llamada.
Todos pensaban que procesos como la descentralización política, la integración en Europa o la liberalización de los mercados nos arrastrarían a la decadencia, y lo que ha sucedido ha sido todo lo contrario. A nosotros el corsé centralista nos constreñía como al que más, y cuando desapareció nos sentimos liberados. En cierto sentido, Madrid cobró cuerpo como sociedad independiente con este proceso, y por eso la descentralización política nos ha permitido acceder al liderazgo económico.
Teníamos, además, un inmenso margen para hacerlo, porque no estábamos obsesionados con la identidad —la identidad de Madrid se va haciendo día a día, sin mayores traumas, sin necesidad de discursos identitarios— y podíamos centrarnos en trabajar y dedicar recursos a las infraestructuras productivas y a los servicios sociales fundamentalmente. Y por añadidura, tenemos tanta personalidad como el que más. La nuestra, la histórica, la de síntesis, y la de las 180 nacionalidades del mundo que a través de sus ciudadanos están presentes aquí.
En otros sitios está todo escrito. Pero en Madrid hay todavía mucho por escribir. Por eso atrae tanto y es tan activa. Porque ofrece posibilidades y le dice a cada ciudadano de España y del mundo que aquí puede ser útil, que se le necesita, que es valioso.
Los domingos de ABC / 29 de mayo de 2005
3. ESPERANZA AGUIRRE (2003-hasta la fecha)
Cuando se diseñó y se empezó a construir el Estado de las Autonomías se elevaron muchas voces que auguraban una crisis sin precedentes en la economía y en el pulso de la vida madrileña. Pero quienes pronosticaron que Madrid iba a resistir mal el paso de un Estado centralizado a un Estado con las competencias transferidas hasta un nivel que supera el de los Estados federales más descentralizados del mundo se equivocaron. En realidad, Madrid ha sido la Comunidad que mejor ha sabido aprovechar las posibilidades de la nueva estructura del Estado y la nueva distribución de competencias. Hasta el punto de haberse convertido en la locomotora de la economía nacional.
Y creo que una de las claves de ese éxito, quizá la más importante de todas, es la absoluta despreocupación con que los madrileños nos preguntamos por nuestra esencia o por nuestra identidad. Madrid es, desde hace siglos, un lugar de encuentro para todos los españoles. Y, desde que vivimos en la era de la globalización, un lugar de encuentro para todos los que a Madrid llegan en busca de más libertad, de oportunidades y de una vida mejor.
Esto viene a explicar el hecho de que la población regional haya crecido, entre 1996 y 2005, casi un 18 por ciento frente al 12,27 de la población mundial o al 10,85 de la población española. Y, asimismo, también explica que, desde 1996, y de acuerdo con los últimos datos de la EPA (primer trimestre de 2005) en Madrid se hayan creado más de 1.000.000 de empleos. O que, desde 1995, la economía madrileña haya crecido un 38,6 por ciento, 5,3 puntos por encima de la economía nacional y 3,6 puntos arriba de la de EE.UU. Hoy, el PIB de de Madrid representa el 17,50 por ciento del PIB nacional, cuando la población de Madrid es sólo el 13,6 del total nacional.
Esta prosperidad permite a Madrid ser la Comunidad que más aporta a la Caja común de todos los españoles. Por poner un ejemplo, el superávit de la Seguridad Social madrileña —esto es, lo que queda en la Caja de la Seguridad Social después de pagar todas las pensiones y prestaciones— alcanzó en 2004 los 3.730 millones de euros, mientras que el superávit a nivel nacional tan sólo llegó a los 1.013 millones de euros. Esto significa que los madrileños aportaron en 2004 más de 2.700 millones de euros para pagar las pensiones y las prestaciones de la Seguridad Social en el resto de España.
Por todas estas razones, la Comunidad de Madrid lidera un papel central en la estabilidad política e institucional de España, así como en la cohesión y la solidaridad interterritorial. Algo que también podemos comprobar al contemplar el papel preponderante de Madrid en la vida académica, cultural y científica española.
Los domingos de ABC / 29 de mayo de 2005