El Quejigar
Los quejigares son las formaciones boscosas más austeras y más extendidas de las familias de las quercíneas (encina, roble, alcornoque, etc.).
Los quejigos podrán aparece en muchas y diversas formas y en variados y dispares entornos, esto se debe principalmente a sus asombrosa adaptabilidad, ya que colonizan todo tipo de suelos, climas y cualquier grado de humedad, (aunque prefieren las zonas de umbría) y en altura alcanzan los 1.200 metros como cota máxima. Con estas características no es de extrañar que podamos encontrar quejidos en casi cualquier lugar de la Península.
Forman bosquetes aislados, o adehesados, o «selvas» enmarañadas con enormes pies junto a matorrales intrincados. Se mezcla a su vez con cualquier tipo de especie, tanto del bosque mediterráneo como de influencia atlántica. Además se trata de un árbol beneficioso ya que es un creador de suelos óptimo y regulador de la escorrentía e infiltración de las precipitaciones, formando en sus dominios un monte de gran densidad y con cubierta completa la mayor parte del año.
Sus hojas son mucho más pequeñas que las de cualquier otro quercus, aunque hay variabilidad de tamaño y lobulación.
Sus frutos son las bellotas, como en todas las de su especie, y por lo tanto no se han de confundir con las agallas que a menudo encontramos en sus ramas. Estas agallas, o decidíos (de su nombre latino «ceccidium») son bolas de tamaño variable entre una avellana y una nuez, de color marrón oscuro, blandas al tacto y acorchadas en su interior, y se producen por la picadura de algún insecto sobre los brotes del árbol, este, ante la agresión, desarrolla unos tejidos tumorales que rodean la picadura y crea esas formas globosas típicas de los quejidos y los robles.