Textos Literarios: Letanía de Madrid

Textos literarios

Letanía de Madrid

Lo que más tiene Madrid es estilo —descuidado estilo—, estilo para pasear y para vivir, estilo para perfilarse arquitectónicamente y estilo para embozarse en la capa.

Pone en su estilo todo lo que toca, lo que dice o lo que escribe. Así, un acierto de su estilo es llamar El Céfiro a un dancing de verbena.

Como tiene esa cosa expansiva, intringulada, que se llama estilo, meten entre sus viejas casas un gran edificio y enseguida confraterniza con sus compañeras y adopta su mismo estilo sencillo y noble.

Todas las edificaciones navegan en seco, con un rumbo por el estilo, y si se le observa, desde las alturas, se verá que cada grupo de edificaciones forma un gran transatlántico, que no porque no sea traslaticio deja de tener la unidad entre pasaje y tripulación que caracteriza a los grandes barcos.

En mi último repaso de Madrid comprobé que está unificado, en él el pasado y el presente, indeteriorado, cabal, permitiendo idéntica vida pudiendo el hidalgo pasearse por sus mismas sendas, tomando posesión de la ciudad que más se entrega al paseante, un Madrid más Madrid que cuando yo nací, pues estuvo hecho, desde el principio, con un molde grande, de acuerdo con el ideal clásico-moderno de gran ciudad.

Rico en significado para todos los días y no sólo para el turista, sino para sus habitantes perpetuos, es fundamentalmente una ciudad anterior a los fenicios, y la cruz que le señala en los mapas no se puede olvidar que fue el centro del mundo y que lo sigue siendo, porque conserva en el pozal, sus calles, el recuerdo de lo que fue.

Frente a París, Londres, Roma o Berlín, en Madrid se sabe qué respuesta fue España enfrentada con el universo y qué significó su alta laguna de soles y lunas reveladas.

Es el único sitio que tiene la preeminencia de saber bien qué es romper la hipócrita diplomacia del mundo.

Armoniza todo en él, y por eso se puede uno dedicar a ese ritmo anchuroso que permite versificar los paseos, bajar de San Francisco el Grande al derrumbadero del río, trasladarse de la Castellana a la plaza de Oriente, estar en el Museo del Prado, irse después a Puerta de Hierro y acabar en la Puerta del Sol o en el Pacífico.

El cronista se renueva gracias a esta gran variedad hermanada de Madrid, y su crónica es siempre diferente.

Madrid, sólo Madrid sabe decir de la mujer garbosa: su escultural belleza.

Madrid recuerda la máxima de Epicteto: Engrandecerás a tu pueblo no elevando los tejados de sus viviendas, sino las almas de sus habitantes.

Ramón GÓMEZ DE LA SERNA (1888-1963)