Panteón de los Hombres Ilustres

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Dirección: Calle de Julián Gayarre, 3.

La creación de un panteón nacional en Madrid tuvo su origen en el artículo segundo de la ley de 6 de noviembre de 1837, por el que se establecerá en la que fue iglesia de San Francisco el Grande, de esta corte, un Panteón Nacional, al que se trasladaran con la mayor pompa posible los restos de los españoles, a quienes, cincuenta años al menos después de su muerte, consideran las Cortes dignos de este honorª.

Cuatro años más tarde se hizo cargo la Real Academia de la Historia de proponer al gobierno y a las Cortes los españoles que debían ser enterrados en dicho panteón. Sin embargo, pasarán todavía largos años antes de ver materializada esta idea, hasta que el gobierno de Ruiz Zorrilla establezca por decreto de 31 de mayo de 1869 la creación de una comisión de expertos encargada de inaugurar dicho panteón.

Esta comisión, formada por Fernández de los Ríos, Salustiano Olózaga, Fermín Caballero, Hartzenbusch, Ruiz Aguilera, el gobernador de Madrid, Silvela, Figueras, Borrel y Antonio Gisbert, contaba con el plazo de un mes para investigar el paradero de los restos de hombres ilustres y proceder a su traslado, sin perjuicio para familiares, descendientes y corporaciones.

Se buscaron sin éxito los restos de Luis Vives en Brujas (Bélgica), los de Antonio Pérez (secretario de Felipe II) en París, los de Cervantes, Lope de Vega, Juan de Herrera, Velázquez, Jorge Juan y Claudio Coello en Madrid, los de Tirso de Molina en Soria, y los de Mariana y Moreto en Toledo. Después de la infructuosa búsqueda se llegó a la conclusión que estos restos se habían perdido definitivamente.

También se buscaron las cenizas de Pelayo, el Cid, Guzmán el Bueno, Murillo, Juan de Juanes, Arias Montano, Vallés, Melo, Jovellanos, Campomanes, Floridablanca, Goya, etc, y se comprobó que la gran mayoría de estos restos habían tenido mejor conservación en las edificaciones civiles que en las eclesiásticas, como los restos del Cid que se encontraban en una capilla del Ayuntamiento de Burgos o los de Lanuza en la Casa Lonja de Zaragoza.

Pocas alegrías trajeron estas investigaciones para algunas de las localidades donde se suponía que reposaban las cenizas de algunos de sus hijos predilectos, al comprobar que ya no estaban o habían desaparecido. Pese a todas estas dificultades, a las cinco de la tarde del día 20 de junio de 1869, 100 cañonazos daban comienzo a la inauguración del Panteón Nacional en la iglesia de San Francisco el Grande, y en la que iban a ser depositados los restos de Juan de Mena, del Gran Capitán, de Garcilaso de la Vega, de Ambrosio de Morales, de Alonso de Ercilla, de Lanuza, de Quevedo, de Calderón de la Barca, del Marqués de la Ensenada, de Ventura Rodríguez, de Juan de Villanueva y de Gravina. Los restos de estos personajes fueron trasladados en carrozas engalanadas para la ocasión y acompañados por bandas de música, unidades del ejército y la guardia civil, por estudiantes, religiosos, políticos e intelectuales, formando una comitiva de unos 5 kilómetros de largo.

Poco más se hizo y en este estado quedó el panteón hasta que la reina regente María Cristina de Austria, viuda de Alfonso XII, ordenó la construcción de un nuevo Panteón de Hombres Ilustres. Para su emplazamiento se eligió el solar que ocupaba el Cuartel de Inválidos y, de paso, se decidió construir en parte de estos terrenos la nueva Basílica de Nuestra Señora de Atocha, pues la antigua fue mandada derribar por peligro de hundimiento.

En 1888 se convocó un concurso de proyectos para la construcción del Panteón y de la Basílica, resultando ganador el arquitecto Fernando Arbós con un conjunto de edificaciones de trazas neorrenacentistas y bizantinas que imitaban la arquitectura italiana del siglo XV. Las obras comenzaron en 1891, destacando el claustro gótico, las cúpulas metálicas del panteón y la gran torre a modo de campanile de la Basílica.

La magnitud del proyecto y la falta de recursos económicos hicieron que se paralizaran las obras en 1901, cuando prácticamente estaba concluido el Panteón, pero faltando todavía gran parte de las obras de la nueva Basílica, que no serían terminadas hasta 1926.

En la actualidad en el Panteón de Hombres Ilustres reposan los restos del Marqués del Duero, Antonio Ríos Rosas, Martínez de la Rosa, Muñoz Torrero, Juan Álvarez de Mendizábal, José María Calatrava, Salustianao Olózaga, Agustín Argüelles, Antonio Cánovas del Castillo, Práxedes Mateo Sagasta, José Canalejas y Eduardo Dato. Durante un tiempo también estuvieron los restos de Prim, Palafox y Castaños, pero finalmente fueron trasladados a sus localidades de origen. Especial atención merecen las sepulturas y monumentos funerarios, obras de los escultores Mariano Benlliure, Agustín Querol, Arturo Mélida, Pedro Estany y Federico Aparici.

Fuente: © 2003 Desarrollo, Asesoría y Formación Informática S.A. (DAYFISA) — Universidad Autónoma de Madrid (UAM).

Fotos de Panteón de los Hombres Ilustres

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